
Los que no habéis llevado en el corazón el tumulo
/de un Dios
ni en las manos la sangre de un homicidio;
los que no comprendeis el horror de la consciencia
/ante el universo,
los que no sentis el gusano de una cobardia
que os roe sin cesar las raices del ser,
los que no merecen ni un honor supremo
ni una suprema ignonimia.
Los que gozais las cosas sin impetus ni vuelcos,
sin radiaciones intimas, igual y cotidianamente
/fáciles;
los que no devanaisa la ilusión del Espacio y el
/Tiempo,
y pensáis que la vida es esto que miramos,
y una ley, un amor, un ósculo y un niño.
Los que tomáis el trigo del surco rencoroso,
y lo coméis con manos limpias y modos apacibles;
los que decís: "está amaneciendo"
y no lloráis el milagro del lirio del alba.
Los que no habéis logrado siquiera ser mendigos,
hacer el pan y el lecho con vuestras propias manos
en los tugurios del abandono y la miseria,
y en la mendicidad mirar los días
con una tortura sin pensamiento.
Los que no habéis gemido de horror y de pavor,
como entre duras barras, en los abrazos férreos
de una pasión inocua,
mientras se quema el alma en fulgor iracundo,
muda, lúgubre,
vaso de oprobio y lampara de sacrificio universal:
Vosotros no podéis comprender el sentido
/doloroso
de esta palabra: ¡UN HOMBRE!
Porfirio Barba - Jacob
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